Para Flavia, quien habiendo confundido unas margaritas silvestres con «girasoles chiquititos», halló luego uno en lugar insospechado.

 

 

Entre el agua que baja y nos invita

a la demora, a ser, y la barranca,

se cerciora una gualda margarita

de que gira tras flavia luz más franca:

 

la del hada que guarda en la manita

el secreto de hallar, que no la arranca

más que de la figura en que transita

a hora ígnea, otra flor, a tierra blanca.

 

Pues a quien ve, de hierba y de deshechos

alzarse un sol y arder ensimismado,

lo corrige el dulzor de tus derechos,

 

y escama y acumina hacia este lado

tu magia su involucro, y un aquenio

encierra el sueño y el número del genio.

 

 

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