Luna
 

 

Ónfalo en el cïelo matricial,

te desdoblas y unces a un destino,

de sus rostros, cada uno peregrino,

fanal trino de noche y manantial.

 

Insinuada a deshora, boda es tal

de la luz y el reflejo del camino,

que el placer se abisma en crisol albino,

marca de agua, la esposa, en el canchal.

 

A escabel virginal la savia sube,

menguan guedejas, medra la marea,

si, atributo mendaz tras una nube,

 

de ópalo, perla o nácar se alabea,

y –dormido pastor– sueña un querube

con el tiempo que acendra y te recrea.
 

 

 

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