Discurren, en tono rilkeano, acerca de la rosa como paradoja del espacio y figura de fugacidad.
¿Qué universo late en la rosa?
Cada pétalo suma y destila
la esencia embriagada, la sibila
del aroma de esta aula sigilosa.
¿Qué idea la erige y la acosa?
Se abisma en sí, se escinde y cintila
la escarlata que borda su pupila,
el ansia eterna del color nerviosa.
Es paciencia, es silencio, es belleza
de hermética labor que anida y exhuma,
con su incipiente exhalación, lo abierto.
Nace, medra y frenética empieza
a ceder aun, en la obra que consuma,
su último fulgor en el desierto.
¿Qué cultura ilumínase en la rosa?
La corola concentra, niega filas
con la curva almenada que aniquila
la extensión, en fragancia minuciosa.
¿Qué hora le urge, de qué espacio rebosa?
Se abisma en carmesí y sangra tranquila,
o gualda o nívea la luz que asila
irisa el presagio de la fosa.
Es paciente labor, es voz abstracta
que ha resuelto el amor en una escena,
en que al pugnar por ser, la forma pacta
con el ojo o la abeja entrega plena:
consagrarse en prisión, eterna, intacta,
por la necesidad que la condena.
en que al pugnar por ser , la forma pacta
¿Qué arte se resume en la rosa?
Cada espira es espejo que instila
la imagen de su centro, la favila:
la esencia aliterada y rigurosa.
¿Qué anhelo la concentra y la glosa?
En su lete rubí abismada rila,
mas, por afán de ser, se aniquila,
crisálida a la vez y mariposa.
Es toda la belleza contenida,
es forma elemental que flora y mana,
con múltiple flexión en el ascenso.
Cautiva se entrega, y abierta olvida
su destino: nacer perfecta, y vana
erguirse y declinar en el descenso.